Fuente: muy interesante
Durante el siglo XIX, un puñado de hombres valientes viajó a lo desconocido para completar la cartografía de la Tierra: se internaron en las selvas africanas, soportaron la gelidez de los Polos y coronaron el Everest. La conquista del espacio planteó nuevos desafíos a los héroes de la exploración.
Desde antiguo, el ser humano ha sentido un deseo irrefrenable de observar el mundo en el que habita. Gracias a navegantes, guerreros y comerciantes de todas las épocas, las tierras que un día fueron ignotas se han ido descubriendo y, con ellas, la gran variedad de culturas y de fauna que atesora el planeta. Pero no fue hasta tiempos bien cercanos, tanto como los recientes siglos XIX y XX, cuando pudo comenzar a hablarse de expediciones geográficas en su pleno sentido. Hasta entonces, los viajes se realizaban por un motivo puramente comercial. Así sucedió con el primer gran explorador de la Historia, Marco Polo, que en su camino por abrir nuevas rutas comerciales, llegó al interior de China. Y aunque ya antes que él una monja española, Egeria, escribiera en el siglo IV el primer libro de viajes titulado Peregrinación a Tierra Santa, Marco Polo maravilló a toda Europa con las descripciones que de sus recorridos plasmó en diversos manuscritos.
También con afán económico viajaron los grandes conquistadores españoles y portugueses de los siglos XV y XVI. A ellos se les debe el conocimiento del continente americano, de las costas africanas, de los archipiélagos del Extremo Oriente y de océanos como el Pacífico. Sus expediciones aún asombran hoy por la temeridad del planteamiento y las infinitas penalidades que sufrieron sus miembros en tierras lejanas y desconocidas. Basta pensar que del viaje donde Juan Sebastián Elcano completó la primera vuelta al mundo, sólo regresaron con vida 18 de los 265 hombres con los que partió el 10 de agosto de 1519 del puerto de Sanlúcar de Barrameda.
Historias semejantes se dieron con Lope de Aguirre y su búsqueda de El Dorado, con Hernán Cortés en la conquista de México o con Francisco Pizarro en la de Perú. Sin embargo, deberían pasar 300 años para que una nueva generación de exploradores se abandonara a la aventura por puro placer o para resolver las grandes lagunas geográficas aún existentes. Exploradores que, por sus hazañas altruistas, no fueron tratados como conquistadores, sino como auténticos héroes... leer artículo completo
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