"Vamos a cenar al lugar preferido de los pijos de Bruselas". Ése era el plan. De entrada, no me entusiasmó la elección del restaurante, pero se trataba de una de esas ocasiones de a caballo regalado... El lugar era el Belga Queen, uno de los restaurantes de moda de la capital de Bélgica. Y al final, mereció la pena. ¡Qué peligro tienen los prejuicios!
Antes siquiera de entrar en el restaurante ya se te sirve un plato fuerte, el del inmueble en el que se encuentra: el establecimiento se ha acomodado en un edificio del siglo XVIII que albergó la sede de un banco. Se ha conservado respetuosamente la estructura original del lugar y se le ha sacado partido a sus dependencias. Así que, nada más entrar, ya te encandila el sitio. Es fácil que el primer vistazo se te vaya hacia arriba, a la espectacular bóveda acristalada, y a tu alrededor, a la decoración que mezcla lo clásico y lo sofisticado sin que rechine.
El ideólogo de la transformación del edificio es el arquitecto y decorador Antoine Pinto, que ya se había atrevido con una antigua fábrica de bolsos, también reconvertida en restaurante.
Pinto se empeña en llamar cervecería al Belga Queen, y para justificarlo además de mimar su carta de cervezas, incorpora la bebida a la cazuela, haciéndole un hueco entre los ingredientes de muchos de sus platos. Como en el que dice algo así como «Filete de solomillo Charolais (al estilo belga), con salsa de cerveza y verduras del tiempo», por ejemplo.
La carta es completa y sabrosa y tienen bastante éxito entre los comensales los mariscos. En general, la estrategia de sus fogones ha sido aligerar la cocina belga tradicional y darle un toque sofisticado (a veces más que un toque).
La gran atracción del restaurante: el 'Club' o fumadero
En mitad del comedor, una escalera desciende hasta la antigua caja fuerte del banco. La misteriosa escalera está plagada de fotos en blanco y negro en las que personajes conocidos se dejan ver fumando. A medida que desciendes, el olor a tabaco te va poniendo sobreaviso de lo que en primer lugar te vas a encontrar abajo: una humareda.
Aunque no seas fumador, merece la pena traspasar la gruesa puerta acorazada de la cámara y asomarse un momento al 'Club'.
El lugar es para fumadores que adoren su vicio. Ves a gente fumando puros -algunos habanos-, fumando cigarrillos y fumando en pipa. Las paredes siguen forradas con las cajas de seguridad y la decoración de la sala está inspirada en los colores de la sabana del Congo y salpicado de otros detalles con reminiscencias de la época colonial.
Entre humo y cócteles se animan las conversaciones y se entona la noche en el sótano. El 'postpostre' está servido.
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