Cuando uno adquiere un bien económico como es un automóvil, lo que espera el comprador como mínimo, es que se lo entreguen y le funcione. Si además hay una garantía, fantástico, y si encima la marca cumple con ella mejor. Sin embargo, a veces la dudosa profesionalidad de un concesionario, taller o gente del departamento comercial puede deteriorar mucho la relación entre cliente y marca.
Las mismas marcas deberían preocuparse de no tener a sus clientes descontentos, y en caso de unidades gamba, les puede salir más rentable entregar un coche de sustitución y despiezar por completo el descarriado para ver qué le pasa, y cuando sea totalmente fiable, si acaso venderlo, pero tenerle cogiendo polvo en un taller mientras el cliente menta a toda su familia no es beneficioso para nadie.
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