domingo, 2 de noviembre de 2008

Emocionante último Gran Premio de la temporada de Fórmula Uno, con victoria de Massa y Alonso segundo

Massa vence en el último Gran Premio de la temporada de Fórmula 1, seguido de Alonso, y Hamilton se hace con el mundial in extremis gracias a un Timo

Fuente: elpais.com
La risa se confundió con el llanto en apenas diez segundos. Los que tardó Felipe Massa en volver a la realidad. El brasileño ganó la carrera, ganó ante su público, tocó con las dos manos el Mundial de Pilotos, y Lewis Hamilton se lo arrebató en los últimos metros. Lluvia, pista seca y lluvia. Brasil tuvo de todo, y como recompensa, un nuevo campeón del Mundo. Lewis Hamilton, el piloto más joven de la historia en lograrlo. Sao Paulo quedará en la retina de los millones de espectadores como uno de los finales más vibrantes de la última década, un Gran Premio donde Massa se ganó el respeto, Alonso lanzó su aviso para 2009 y Hamilton certificó todo su poderío. Ambos lo merecían, pero sólo había sitio para uno. Nueve años después de Mika Hakkinen, McLaren tocó el cielo. Reino Unido despide a un campeón, David Coulthard, y da la bienvenida a otro: Lewis Hamilton.

Cuando parecía que no cabía más morbo para la última carrera de la temporada, la lluvia hizo su aparición estelar y prorrogó el comienzo de la prueba. A tres minutos de la salida, con la estrategia de seco anulada, el cielo de Sao Paulo descargó un leve chaparrón sobre Interlagos que no anegó la pista, pero sí varió una salida ya de por sí complicada. El
spray de agua del suelo convirtió las primeras curvas en auténticos puntos negros, y allí donde Sebastian Vettel se colocó quinto, se quedaron en la cuneta Nelsinho Piquet y David Coulthard. Primer coche de seguridad y primer tiempo muerto. Sin cambios tras el abandono del safety-car, Alonso y Kovalainen protagonizaron la primera lucha del día. Velocidad contra habilidad, y lluvia sobre el asfalto. Kovalainen impuso el ritmo en la recta pero Alonso dio muestra de sus galones en la curva, dejando casi clavado al MP4-23 del nórdico.
La novia de Hamilton
No pasaron nueve vueltas antes del primer repostaje. Alonso y Vettel lo hicieron primero al unísono, Massa después en solitario y al final Raikkonen, Trulli y Hamilton. La pista aún seguía húmeda, y zonas como el final de recta y la curva Senna acogieron todo un recital de patinazos. Trulli, a quien Raikkonen había pasado en la calle de boxes, fue el más perjudicado, pero ni Hamilton ni Massa ni Fernando Alonso se libraron de un susto. El asturiano, no obstante, salió beneficiado de su entrada a boxes. Tras recomponerse la parrilla pasó a la tercera posición, por detrás de Massa y Vettel, que mantuvo un ritmo memorable tanto en seco como en mojado. Por detrás, Raikkonen hacía labores de escudero, sosteniendo el empuje de Hamilton a la espera de que nuevos rivales entorpecieran el curso del líder. Liderar la comitiva no era el objetivo del británico. Bastaba un quinto puesto para alcanzar la gloria y allí se mantuvo, al filo de la catástrofe, sin arriesgar nada pero con el rugido del motor de Timo Glock a apenas un segundo y medio de su estela. Mientras tanto, Massa seguía con su labor. Primero y sin apenas amenazas, el brasileño no podía hacer más que cruzar los dedos y esperar.

Sólo un incidente podía cambiar el curso de la carrera. La estrategia a tres paradas de Vettel alivió a Hamilton, que aseguró su cuarta plaza, y arruinó las opciones del alemán. Con tres repostajes, el piloto de Toro Rosso necesitaba una ventaja aproximada de 26 segundos, pero Hamilton lo sabía, y apretó. Casi medio minuto era demasiado tiempo para hacer sombra al inglés, y así quedó reflejado con el regreso de Vettel a pista.

¿Lluvia?

Las alarmas se encendieron en el paddock. La lluvia dibujó de morado los mapas de precipitación y la actividad se volvió frenética en la calle de garajes. Alonso, Raikkonen, Hamilton y Vettel fueron los primeros en calzar neumáticos de mojado después de Heidfeld, y Massa no. El brasileño lo hizo después, pero no varió su posición de líder. La revolución quedaba atrás, en la quinta posición, donde luchaba Vettel con Hamilton. Entonces apareció Robert Kubica.

El polaco, desaparecido desde el inicio de la carrera, fue la llave del Mundial. Adelantó a Vettel, y después a Hamilton. Una vez más, el británico fue víctima de sus nervios. Noqueado tras verse adelantado por el BMW y sufrió al quedar por detrás de Vettel, que apretó aprovechando el rebufo de Kubica. Massa era líder y campeón del mundo a menos de una vuelta. Lo era cuando pasó la línea de meta. Pero el último Gran Premio de la temporada tenía una última sorpresa antes de decir adiós. Su nombre, Timo Glock. El alemán de Toyota no cambió neumáticos y lo padeció. Un segundo antes de ver la bandera de cuadro, el empuje de Hamilton le doblegó en la última curva. El británico era quinto, era el campeón del Mundo más joven de la historia.

No se repitió la maldición. Interlagos, el circuito que le vio fracasar, coronó a un piloto tan merecedor del título como Felipe Massa, que captó el aviso tras su abandono en Fuji y dejó casi sentenciado el Mundial en China, a falta de una carrera. Más maduro, más tranquilo y ajeno a los designios de una parrilla que no le quiere en lo más alto, Lewis Hamilton grabó su nombre en los anales de la Fórmula Uno. Al final, Massa primero y Alonso segundo; Hamilton, quinto, pero campeón. Ya es uno de los grandes, si no lo era antes. Y Massa, a esperar a 2009.


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