domingo, 19 de octubre de 2008

Geoffrey B. West, “El 4 es el número universal de la vida”

Fuente: muy interesante

Un día este físico teórico decidió aparcar las partículas elementales para abordar una cuestión que le inquietaba desde hacía años: la complejidad de la vida. Tras el éxito de su trabajo, hoy sus métodos de investigación sirven para tratar problemas de fondo en economía, salud y medio ambiente. Desde 2005 preside el Instituto Santa Fe, el templo de la ciencia multidisciplinar por excelencia.


entrevista329.jpgA Geoffrey West (Taunton, Inglaterra, 1940) le gusta caminar por las fronteras del conocimiento. Desde el inicio de su carrera este físico teórico ha soñado con formar parte de una comunidad de científicos interesados por grandes cuestiones, y por fin ha encontrado su Ítaca en el Instituto Santa Fe, en Nuevo México (EE UU), que hoy preside. Allí se ha rodeado de expertos en distintas áreas que colaboran para resolver enigmas a todos los niveles, desde la estructura de la célula a los secretos del cosmos. Todos ellos tienen en común que son sistemas complejos, un concepto de la física que West ha empleado en contextos biológicos y sociales con resultados sorprendentes.

A mediados de los 90, cuando lideraba el grupo de partículas elementales del Laboratorio Nacional de Los Álamos, se propuso estudiar con métodos cuantitativos el más complejo de todos los fenómenos: la vida. Desde entonces su trabajo ha arrojado luz sobre problemas tan dispares como fundamentales: evolución, dinámica urbana, envejecimiento, medio ambiente… En 2006 la revista Time le incluyó entre las cien personalidades más influyentes del momento. Por algo le llaman “el Maestro de la Complejidad”.

–¿Qué es un sistema complejo?
–Es difícil condensar la idea en unas frases. Me recuerda lo que alguien dijo en la Corte Suprema de los EE UU sobre la pornografía: “no puedo definirla, pero sé cuando la estoy viendo”. Un sistema complejo está compuesto por muchos elementos que se relacionan por medio de reglas sencillas, y estas interacciones producen fenómenos emergentes: el total es más que la suma de las partes. Por ejemplo, una ciudad es mucho más que la agrupación de sus habitantes; tiene una dinámica propia que surge de las relaciones entre ellos. Otra característica de un sistema complejo es que depende de su historia y su contexto: si usted hubiese nacido en EE UU, sería otra persona.

–De la física teórica a la complejidad biológica y social... ¿Por qué este cambio en su carrera?
–Me siguen apasionando los retos más excitantes de la física, como las partículas elementales, las leyes de la naturaleza, pero también me interesan el origen y la estructura de la vida, que son igual de importantes o más. Quiero saber si existen principios de los que pueda extraer una teoría cuantitativa y matemática de la vida. En los diez últimos años he comprobado el poder de la física teórica para resolver problemas de biología, economía, sociedad y sostenibilidad.

–¿Qué herramienta le permite tratar campos tan diversos?
–Cuando empecé a trabajar en biología, lo primero que hice fue aplicar ideas de la física, como las leyes de escala, para descubrir la dinámica de un sistema vivo. Quería averiguar hasta qué punto un animal grande es como uno pequeño, pero a gran escala. Me dediqué a elegir características concretas y ver cómo cambiaban con el tamaño del organismo. Junto con los biólogos James Brown y Brian Enquist estudié la tasa metabólica, que es la energía por unidad de tiempo que necesita un ser vivo para mantenerse. Para un humano la tasa es de unas 2.000 kilocalorías diarias. ¿Y para un mamífero de otro tamaño? Curiosamente, sigue una ley muy estricta: la tasa metabólica crece con el exponente 3/4 de su masa. En otras palabras: si aumentas la masa del animal 10.000 veces, la tasa se multiplica sólo por 1.000. Eso revela una economía de escala en la naturaleza: cuanto más grande eres, menos energía necesitas para mantener tus tejidos. ¡Es sorprendente! Podemos fijarnos en otra variable, como la longitud de la aorta, o en cosas más profundas, como la velocidad de crecimiento; cualquier fenómeno biológico obedece una ley con el exponente 1/4. ¡El 4 es el número universal de la vida! Lo sorprendente es que, al tratar con los fenómenos más complejos que existen, las leyes son muy simples y, además, iguales para distintos seres vivos, cada uno con su historia evolutiva...leer entrevista completa

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