lunes, 21 de julio de 2008

¡Alto! Te hemos pillado... regalando un disco

Fuente: Miguel Moreno, en soitu.es

MADRID.- Cruzas las puertas del centro comercial. Miras a los lados y no pierdes nunca la perspectiva de reojo. Tu aspecto sospechoso te delata y el guardia te puede detectar en cualquier momento. Objetivo localizado: la zona de discos. Te acercas, te haces el distraído, echas mano de la mochila y... ¡Una palmada en el hombro te sorprende con las manos en la masa! Te han pillado infraganti... ¿dejando un disco que ellos no venden?

El concepto es complejo por sorprendente. En España todavía se ve poco, pero en Estados Unidos y Reino Unido se va haciendo poco a poco frecuente. Allí le llaman 'Shopdropping' (en oposición a 'shoplifting', término inglés para robar en tiendas) o 'Droplifting', aquí empieza a sonar el término 'retrohurto'. El 'vocablo' se lo atribuye Javier Muñoz, director de iAbogado y responsable del blog de este bufete de abogados. Tal y como él lo define, es el acto inverso a robar, es decir, "dejar cosas en los estantes del comercio".

La técnica se la apropian tanto artistas como agitadores sociales. Quizá el mayor icono del retrohurto sea Banksy. Este famoso grafitero se las apañó para colocar una pintura rupestre falsa en el Museo Británico, donde pasó inadvertida durante dos días. Después, el museo decidió conservar la obra de arte. El mismo Banksy marcó otro hito para el 'shopdropping' al sustituir 500 copias de un disco de Paris Hilton en 48 tiendas diferentes por un disco propio. Según parece, nadie devolvió ninguno de los CDs de Banksy.

Con ciertas similitudes nació el 'Droplift Project'. Esta plataforma creó un CD de música que cuelan en las tiendas (y ya han sacado el segundo, que se puede descargar en la web). La idea es dejarlo para que cualquier cliente se lo pueda llevar, con la consiguiente cara de perplejidad del dependiente al ver que no tienen el disco en el inventario.

Tanto los discos infiltrados en las tiendas, como los cuadros colados en museos, son más que una forma de dar a conocer nuevos artistas -'daño colateral' nada desdeñable-. Son, sobre todo, una manera de llevar al público un arte independiente, con mensajes supuestamente críticos que inciten al debate. Algunos proyectos de retrohurto se incluyen como una forma de arte urbano que, tal y como explica la página 'Shopdropping.net', intenta "trastornar el espacio comercial para un uso artístico, en un intento de desbaratar el mundano proceso comercial con un momento puramente artístico".

Acciones de impacto

Aunque la vena artística también tiene un punto reivindicativo, la otra vertiente de este movimiento se inclina más claramente por la protesta. Por ejemplo, se cuelan en un supermercado y dejan pegatinas sobre los productos con mensajes 'subversivos', básicamente buscando una reacción social. Carolina (nombre inventado) forma parte de un grupo que utiliza esta estrategia de lucha social para conseguir "acciones de impacto".

Actúan sobre todo en Navidad, fechas actualmente muy vinculadas al consumismo. Entre sus intervenciones, Carolina recuerda una campaña. "Trabajamos en comandos y divididos en parejas entramos masivamente en el Corte Inglés". Una vez dentro, empezaron a poner pegatinas "parecidas a las de las promociones" denunciando juguetes que consideraban sexistas, bélicos o contra los que se manifestaban porque la empresa practicara explotación infantil. Dentro de la caja, introducían cuartillas en las que justificaban su actuación y su crítica.

¿Y qué consiguen con esto? Según cuenta Carolina, si lo ven los dependientes, tienen que retirar los juguetes en cuestión, "porque no lo van a vender con la pegatina, que es difícil de quitar". Así, conseguirían el objetivo último de esa intervención: "paralizar la comercialización de esos juguetes". Si el artículo en cuestión se llegaba a vender, "por lo menos que lo vean en casa y removerles un poco la conciencia".

Shopdropping

Cambiar las etiquetas de las latas por fotos de viajes es una forma de convertir el súper en un lugar artístico. Esta tendencia más belicosa no está reñida con la parte de difusión artística. "Me parece estupendo", valora Carolina, "Cada vez más hay que ser creativos y recuperar los espacios para difundir lo que tú quieras". Al fin y al cabo, la base del movimiento es la misma en las dos vertientes: "Poder lanzar mensajes".

¿Y si te pillan?

Otra de las actuaciones del grupo de Carolina es la "villancicada anticapitalista": entran en las tiendas y se ponen a cantar villancicos a los que cambian la letra para mandar un mensaje de consumo responsable. Cantan hasta que llegan los de seguridad y les echan. Pero, partiendo de la base de que cantar aún no es ilegal, ni siquiera desafinando y en voz alta, ¿con qué razones les expulsan? "No hay argumento: 'salgan de aquí', unos empujoncitos y fuera".

Es el problema a la hora de reprimir la intervención social, que va más rápido que el código penal y las autoridades se quedan sin nada a lo que aferrarse para sancionarlo. Javier Muñoz, director de iAbogado, explica que el 'shopdropping' se trata de una conducta atípica, al menos en España: "Es impune porque no está tipificada en el código penal y por tanto no puede ser delito".

Buscando un empeño en sancionar este movimiento, Muñoz cree que podrían recurrir a una falta de daños, "si al poner el objeto rompen algo". Esta clase de faltas por daños están tipificadas en el artículo 625 del Código Penal, y podrían imponer una pena de 2 a 12 días de localización permanente, que es el eufemismo legal para quedarte castigado en casa sin salir. Como alternativa, la sanción podría consistir en una multa que Muñoz cifra como máximo en 400 euros. "Suponiendo que esto sea punible, que yo creo que no lo es".


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