Abandonada en Dakota del Norte, esta pirámide de hormigón aún se mantiene en pie como un vestigio de los años más locos de la Guerra Fría. Gracias a los radares situados en cada una de sus caras, la pirámide proporcionaba una cobertura de 360 grados y permitía detectar misiles intercontinentales a una distancia de 1.100 kilómetros e interceptarlos antes de su reentrada en la atmósfera.
Bajo el suelo de la base se escondían 30 misiles Spartan y 70 Sprint, capaces de neutralizar los proyectiles enemigos a grandes distancias. El interior de la pirámide albergaba varios pisos subterráneos donde se localizaba la sala de control y del sistema de vigilancia, que contaba con una red de potentes radares conectados entre sí.
El complejo Stanley R. Mickelsen debía ser el primero de una serie de bases idénticas construidas dentro del programa Safeguard, para proteger objetivos estratégicos de la defensa nacional. Al final, el altísimo coste económico y la mejora del clima político terminó paralizando el programa. La base de Dakota dejó de funcionar en 1976, después de haber estado operativa durante menos de cuatro meses.
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