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Los medios de comunicación suelen recurrir muy frecuentemente a piscinas olímpicas para hablar de volúmenes y estadios de fútbol para hablar de superficie (sobre todo para incendios). Es una forma muy clara de hacer que el espectador/lector/oyente se imagine con más precisión la magnitud del incendio o el volumen de un vertido. Además, parece que a los periodistas les encanta utilizarlas.
Como una servidora tiende a barrer para casa, en este artículo no tomaremos como referencia las piscinas o los estadios de fútbol, nuestra medida de referencia será el ser humano. A menudo, solemos olvidarnos de la gran variedad de compuestos químicos que poseemos y de los cuales no somos conscientes, tanto de su existencia como de su cantidad y también de la capacidad para generar electricidad. Así pues, ¿qué mejor manera de saber nuestra composición química que haciendo uso de personas y de objetos conocidos? Por supuesto, todo visto desde un punto de vista didáctico. Quién al leer el artículo piense en el doctor Mengele o en procesamiento industrial de seres humanos para sacarles... que sé yo... el oro, que se lo haga mirar.
Los datos sobre la cantidad media de los elementos químicos en el ser humano están sacados de varios libros de biología, pero especialmente de "La unidad y diversidad de la vida". Tomamos como referencia el ser humano estándar, es decir, 1,70 metros de estatura y 70 kilos de peso.
¿Cuántas personas harían falta para...?