Si bien existen infinidad de imágenes del siglo XIX y principios del XX, las mismas son tan borrosas, tan carentes de vida, que es difícil imaginar la vida en aquel entonces. No obstante, menos conocidas, son las imágenes obtenidas por la técnica del fotocromo. Las cuales son, verdaderas ventanas al pasado:
Calle Mulberry, New York City, 1900 -versión en altísima resolución aquí-; La estación del ártico Spitsbergen a finales del siglo XIX, base de la expedición sueca en glogo (a la cual ya le dedicaremos una entrada); El castillo Neuschwanstein, 1890, del cual se basaría el castillo de la Cenicienta -Versión en alta resolución aquí-
Los fotocromos son en sí una técnica de menor calidad que la fotografía a color, disponible en la época, pero prohibitivamente costosa. La misma utiliza una fotografía en blanco y negro para la imagen en general, y 14 placas litográficas para el color. Su costo menor, permitió que miles de fotos en los lugares más apartados del mundo fueran tomadas.
Niñas en Jerusalén a finales del siglo XIX; Palacio de Amsterdam, finales del siglo XIX; Día de playa en Coney Island, 1902.
Con el fin de lanzar una línea de postales de 1 penique, el gobierno de Estados Unidos mandaría a capturar miles de fotocromos en lugares de todo el mundo. Hoy, más de 5000 son mantenidos por la Biblioteca del Congreso, y han sido puestos en línea en versiones de alta resolución.
Si bien es su variedad lo que las vuelve un tesoro incalculable, su calidad no se compara con verdaderas fotografías a color. Recordarán quizás el artículo sobre fotografías pioneras, y la odisea fotográfica de Sergei Mikhailovich Prokudin-Gorskii al servicio del Tsar.
Todas tomadas durante 1909 y 1915, en la última el mismo Gorskii aparece autoretratado.