lunes, 13 de octubre de 2008
La fuerza de los Volcanes
La mayor erupción volcánica de los últimos 500 años, y para algunos también la de los últimos 10.000 años, tuvo lugar el 5 de abril de 1815. En abril de ese año, en una isla de Indonesia, explotó el monte Tambora. El cielo se oscureció en un radio de más de 300 kilómetros. El geólogo Charles Lyell escribió: “En Java, la oscuridad ocasionada durante el día por aquellas cenizas fue tan profunda que jamás se había visto nada igual ni en la noche más oscura”.
Dos meses después, en junio, en el otro extremo del mundo, las temperaturas habían caído varios grados centígrados. En Vermont, Estados Unidos, la cosecha se arruinó y era difícil ver; en Connecticut hubo una gran helada; en Manhattan los pájaros cantores caían muertos por estar a la intemperie y en Virginia un rico granjero de nombre Thomas Jefferson perdió tanto trigo que tuvo que solicitar un crédito de 1.000 dólares.
En lo que se conoce como el año sin verano, en 1816 la situación fue crítica en todo el mundo: en Irlanda la helada arruinó la cosecha de patatas, en Francia los campesinos se amotinaron alrededor de los sacos de trigo, en Suiza el maíz, las patatas y el pan eran tan escasos que en las calles de Zurich los mendigos tuvieron que comerse los gatos callejeros para sobrevivir. Y en la región del nordeste de China llamada Shanxi fue tan azotada por el frío y las hambrunas que miles de campesinos tuvieron que emigrar hacia el Sur y el Oeste.
A pesar de lo que pudiéramos creer no fue la ceniza volcánica la responsable del enfriamiento del planeta sino el dióxido de azufre. Mucho más liviano que las cenizas, sube a la alta atmósfera donde, en combinación con el agua, se convierte en ácido sulfúrico. Y son esas gotitas de ácido, más conocido por nuestras abuelas como salfumán, las responsables del enfriamiento. De hecho, la cantidad de luz solar que pueden llegar a reflejar es equivalente a si dejara de llegarnos del Sol un 2% menos de luz. Toda una sombrilla de ácido sulfúrico.
La erupción del Tambora fue 100 veces mayor que la del monte St Helens de 1980 y diez veces mayor que la del Krakatoa en 1883. Incluso fue mayor que la explosión del volcán Santorini en 1630 a.C. que según algunos dio origen a la leyenda de la Atlántida.