Fuente: la ciencia de tu vida
La eco-gaita
Si hay algo que envidio a los sacacuartos es su imaginación para vendernos cualquier chorrada y convencernos de que funciona. Si no, vean la chorrimemez de la ecobola, o sea, una esfera de plástico con canicas de cerámica en su interior que metida en la lavadora hace que salga la ropa más limpia que limpia sin necesidad de detergente. Lo único difícil es escoger cuál comprar de entre las muchas que han aparecido en el mercado al calorcillo del dinero fácil y la tontería humana.
Llevamos lavando nuestra ropa durante más de 2.000 años con jabón y no nos hemos dado cuenta hasta ahora que basta con romper un vaso de cerámica, meter los trozos en un balde de agua, agitarlo un rato y… ¡tachán! Las manchas y la guarrería desaparecen como por ensalmo. Por supuesto, esta supermágica tecnología ha aparecido por ciencia infusa pues no hay ni una sola investigación científica publicada sobre el tema en ninguna revista del mundo.
¿Cómo funciona? Vean, vean: “Aplicando la bioelectricidad (ahora será que el plástico o las cerámicas son bio…) y la hidrodinámica (que no es otra cosa que mover el agua) se ioniza el agua y se cambia su estructura molecular”. O sea que usted mete una pila de petaca en un barreño, lo agita y el agua dejará de ser H2O. Las condenadas bolitas “ionizan, regulan la acidez adecuando el pH, el nivel de cloro y la dureza del agua. Así mismo esterilizan y desinfectan las prendas”. ¿Para eso nos gastamos tanto dinero en depuradoras de agua? Esto sí tiene su punto: la cerámica tiene poder antibiótico.
La cosa funciona porque las cerámicas emiten radiación infrarroja que favorece “la eliminación de la suciedad sin necesidad de detergentes”. Teniendo en cuenta que cualquier material a temperatura ambiente emite radiación del infrarrojo lejano, incluyendo el tambor de la lavadora… ¿para qué coño queremos la ecobola? Si usted aún persiste en creerse esta patraña y que son los rayos infrarrojos los que limpian, desinfectan y esterilizan la ropa, pase de ecobola porque la lavadora, por su propia naturaleza, también hace lo mismo.