¿Saldrá volando esta Tierra metálica?
De todas las cuestiones de la geología, una de las que más me atrae -como a un imán- es la del núcleo terrestre. ¿Será porque es el que genera el electromagnetismo? Jaja. No sé. Pero es que es bien poco lo que sabemos acerca de esa pelota de hierro rodeada de lava hiper caliente. Por eso me devoro toda la literatura –y las películas- que salen al respecto. Por ejemplo aprendí que el campo magnético de la Tierra – eso que nos protege de la atroz radiación del Sol y guía nuestros sistemas de navegación haciendo que las brújulas apunten hacia el norte- ha cambiado de dirección cientos de veces a través de su historia, y que por eso se ha ido debilitando en un 10 por ciento desde que lo comenzaran a medir hace un par de siglos. Ahora parece que estamos a punto de otro cambio de dirección, lo cual podría debilitarlo aún más y exponernos a los fotones asesinos.
Este mes la revista Popular Science tiene una notita corta sobre un científico que siente la misma atracción mía por el Centro de la Tierra. Sólo que él, en lugar de contentarse con leer lo que hay, está fabricándose un planetita en miniatura para entender por qué la tierra funciona como un imán.
Después de cuatro años de exámenes y pruebas, Dan Lathrop, un profesor de física y geología de la Universidad de Maryland, decidió que necesitaba una Tierra más grande. La que tiene apenas pesa 225 kilos, es decir, apenas 20 millonésimas el tamaño de la verdadera. Y por eso sus experimentos de laboratorio no han podido generar un campo magnético similar a la Tierra de verdad.
Entonces, Lathrop pensó que la clave de todo era conseguirse otra mejor. Un orbe más grande con más metal caliente girando por dentro tiene por fuerza que generar un mayor campo magnético. Así que invirtió los 1.6 millones de dólares de su dinero para investigaciones en mandar construir un Tierra de 30 toneladas que mide unos tres y medio metros de diámetro. Acaba de rellenar el núcleo de su juguete con sodio derretido e hirviente, y apenas inicia experimentos poniendo a esa Tierra bebé a girar. Hasta ahora, solo lentamente (ver el enlace para el video, abajo). Pero la idea es que eventualmente alzance una velocidad de 90 millas por hora, a ver lo que pasa.
Si el planetita de Lathrop logra producir su propio campo electromagnético, esto podría ayudar a los científicos a desarrollar modelos que les ayuden a predecir lo que sucederá con esta fuerza invisible. La pelota metálica está montada en un sistema especial, dentro de gruesas paredes de concreto en el laboratorio de Lathrop. Lo cual es buena cosa porque está rellena con 15,000 kilos de ese tal sodio derretido, un material encantador que se incendia al entrar en contacto con el oxígeno y explota cuando lo toca el agua.
Genial. ¡Qué ganas de pasarme por ese laboratorio!
El video (que se puede ver aquí en el site de la Lathrop, bajando hasta la mitad de la página) muestra el primer “arrancón” de prueba de la Tierra bebé en el laboratorio. ¡Aquello suena como si la armazón fuera a levantar el vuelo!