101955 (1999 RQ36) es una roca espacial de 560 metros de diámetro que fue descubierta hace ya más de una década y a la que ningún astrónomo había prestado demasiada atención. Hasta ahora.
En efecto, nuevos cálculos indican que ese asteroide en concreto tiene bastantes más probabilidades que los demás de impactar contra la Tierra. No será hoy, ni mañana, pero dentro de 160 años, nuestros tataranietos harán bien en tener mucho cuidado con él.
La razón por la que había pasado inadvertido es que el periodo de riesgo potencial que los científicos consideran para los miles de cuerpos que detectan en el esapacio es de cien años. Pero Andrea Milani y sus colegas de la Universidad de Pisa han extendido ese periodo. Y acaban de publicar unos cálculos que arrojan una posibilidad entre 1.400 de que el asteroide choque contra nosotros entre los años 2169 y 2199.
Con sus 560 metros de diámetro, 1999 RQ36 dobla en tamaño al conocido Aphophis, el asteroide que ha llenado en los últimos años páginas y páginas de periódicos y que, comparado con éste, "sólo" tiene una entre 45.000 probabilidades de chocar contra nosotros en el año 2036.
Sea como fuere, ambos cuerpos tienen el tamaño y la masa suficientes como para levantar devastadores tsunamis si caen el el mar. O de destruir por completo una ciudad grande si el impacto se produjera en, o cerca, de un centro habitado.Los astrónomos aseguran, sin embargo, que aunque el posible impacto contra la Tierra no tendrá lugar hasta finales del siglo que viene, la oportunidad de desviarlo llegará mucho antes, entre los años 2060 y 2080. Una oportunidad, además, que será única y que habrá que aprovechar.
En efecto, la extravagante trayectoria del asteroide sólo lo pondrá a nuestro alcance en la fecha indicada. Y será entonces, hacia el 2080, cuando tendremos la única ocasión de desviarlo. Si se hace bien, bastará con un pequeño "empujón". Lo justo para desviar su trayectoria un simple kilómetro. Eso será suficiente para eliminar por completo la amenaza.
Y más vale no equivocarse, porque la siguiente vez que el asteroide nos visite, será justo antes de su posible impacto. Si tuviéramos que enviar entonces una misión hasta él para desviarlo, la cosa se volvería bastante más complicada. Y habría que desviarlo varias decenas de km de su órbita lo que, además de mucho más difícil, sería también mucho más caro.
Por supuesto, los cálculos que se realicen durante los próximos años podrían variar la situación. Determinados efectos que afectaan el movimiento de los asteroides pueden hacer que sus trayectorias varíen con el transcurso de los años. De lo que no cabe duda es que, a partir de ahora, los astrónomos ya no le quitarán la vista de encima...