Al principio, uno nota que hay más gente por la calle. La semana siguiente siente que hay todavía más, pero no es molesto. Un día, no puede caminar. La ciudad está tomada y no cabe un alfiler. Es agosto: ha comenzado, con un desfile el día 3 y no terminará hasta el 31, el Festival Internacional de Edimburgo, el más grande del mundo dedicado a las artes escénicas.
El Festival es el acontecimiento turístico más importante de la ciudad y una de las citas culturales más relevantes a escala internacional, que convierten a Edimburgo en el centro cultural del mundo. Se realiza desde 1947, tras la Segunda Guerra Mundial, como una celebración de la vida y una reivindicación del espíritu humano, en un intento de enriquecer y revitalizar la vida cultural de Europa.
Aquí podrás encontrar multitud de propuestas heterogéneas venidas de todas partes del planeta: cualquiera puede encontrar un espectáculo a su gusto, tanto drama como comedias hilarantes, danza, monólogos, ópera, etcétera. Y esto, tanto dentro del marco del festival oficial o de su homólogo alternativo, el Fringe (literalmente, 'fleco' o ''flequillo'), que ofrece desde sus oficinas instaladas en carpas en el Princes Mall de Princes Street un sinnúmero de propuestas a mitad de precio que compiten en calidad con las caras (y a veces prohibitivas) tarifas del festival oficial, reservado en ocasiones a un público minoritario y selecto.
Si tampoco se cuenta con el dinero suficiente como para ir al Fringe, siempre se puede asistir a una de las muchas 'perfomances' callejeras que sorprenden al viandante por la abarrotada Royal Mile, en Old Town (es lo que tiene que una ciudad de apenas 500.000 habitantes pase a albergar a dos millones de visitantes), mientras te haces con un surtido variado de folletos y panfletos que te conceden unos jóvenes al paso invitando a sus espectáculos de las maneras más dispares: con un megáfono y bandera en mano, vestido de bebé gigante, sentado en el suelo con cara lánguida y mirada perdida sin decir palabra, travestido de azafata histérica, con apenas un bañador bajo la lluvia… En cuanto has cogido uno estás perdido, de inmediato recibes una avalancha de nuevos papeles que te llegan de todos lados: "Toma, para tu colección", me dice uno.
Estos espectáculos urbanos abarcan desde una mujer forzuda que levanta al vuelo a dos hombres al son del 'O Fortuna' de Carmina Burana, a una representación tradicional coreana junto al monumento a Walter Scott, pasando por contorsionistas, acróbatas, cantantes, magos, tragafuegos infantiles, marionetistas y representaciones universitarias. Y son gratuitos. Bueno, se pide la voluntad. En Edimburgo casi nada es gratis y menos en agosto, donde las reservas de alojamiento están completas a pesar de la subida generalizada de los precios que se produce en este mes.
La tranquila ciudad se vuelve loca y uno acaba por no diferenciar si lo que ve es real o parte de una farsa. Edimburgo se convierte en un lugar extravagante y extraño donde Elaine Davidson, la que ostenta el récord Guinness a la mujer más perforada y que se gana la vida haciéndose fotos con los turistas que pasean por High Street, ya no parece tan rara.