Fuente: Mira y Calla
Disfruta del excelente videoclip de animación 3D 'tais-toi mon coeur', del grupo dyonisos y dirigido por Stephan Berla
viernes, 11 de abril de 2008
Arte con objetos de uso cotidiano, de David Mach
Fuente: Mira y Calla
Se puede usar casi cualquier cosa para hacer arte, como estas impresionantes esculturas de perchas, por David Mach
David también es capaz de hacer este Elvis con cerillas
Se puede usar casi cualquier cosa para hacer arte, como estas impresionantes esculturas de perchas, por David Mach
David también es capaz de hacer este Elvis con cerillas
Top 10 de los Restaurantes más raros
Top 10 de las maneras más raras de comer. Mientras haya apetito. En esta primera imagen vemos el restaurante 'Modern Toilet' en la ciudad de Taipei (Taiwan). Interesante idea, si esos asientos son funcionales menudo espectáculo de hedor y sonido. Por cierto no se ve el papel higiénico, se supone que te limpias con la servilleta, con la del que tienes al lado.
Éste otro está en Nueva York. El restaurante 'Duvet' te sirve la comida en una placentera cama. Si después puedes echarte la siesta éste el mejor restaurante del mundo, sin duda.
En 'Aurum', ubicado en Clark Quay (Singapoor) te sientas en una silla de ruedas, y debe ser el único aliciente, porque comer con decoración hospitalaria no debe abrir mucho el apetito. Mejor no saber el menú, quizá vísceras o desechos del quirófano.
Mira los siete restantes aquí
Éste otro está en Nueva York. El restaurante 'Duvet' te sirve la comida en una placentera cama. Si después puedes echarte la siesta éste el mejor restaurante del mundo, sin duda.
En 'Aurum', ubicado en Clark Quay (Singapoor) te sientas en una silla de ruedas, y debe ser el único aliciente, porque comer con decoración hospitalaria no debe abrir mucho el apetito. Mejor no saber el menú, quizá vísceras o desechos del quirófano.
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Pingüinos a mogollón
Fuente: Oli, en Anfrix 
La siguiente imagen no es un fractal, tampoco es una pintura o algún garabato. Se trata ni más ni menos que de una masiva reunión de pingüinos vista desde el aire.
Las manchas marrones en el cúmulo son formadas por las crías, las cuales todavía no poseen su plumaje tan característico. Y la razón por la cual las crías son agrupadas y “encerradas” por cúmulos de pingüinos adultos es debida a una manera muy eficiente de brindarles calor a los jovenes.
Siguiendo éste enlace, hallado gracias a Reddit, pueden ver la secuencia de imágenes a medida que la cámara se va acercando al cúmulo.
… Aunque para serles sincero, los hindúes no tiene nada que envidiarle a los pingüinos en lo que a reuniones concurridas respecta.
Zamak, creaciones digitales
Fuenta Mira Y CallaLas criaturas digitales que ingenia Zamak son realmente bizarras, pero técnicamente impecables..
Colecciones en la Biblioteca Pública de Los Ángeles
La biblioteca pública de Los Ángeles expone algunas interesantes colecciones. Destaca ésta de antiguos posters de viajes (pulsa en 'Next Page' para seguir viendo).
La turbina marina más grande del mundo, en Irlanda
Fuente: Martín, en erenovable
En Erenovable hemos escrito bastante sobre proyectos de energía marina, ahora nos alegramos de contarles que ya han instalado la turbina de mareas más grande del mundo, pesa 1000 toneladas. Está ubicada en el norte de Irlanda.
Según dieron a conocer, la turbina SeaGen tiene una potencia de 1.2 megavatios, lo suficiente para proveer de electricidad a mil hogares.
La empresa constructora fue Marine Current Turbines. Será la primera turbina de mareas comercial en producir energía, cuando comience a funcionar en los próximos meses. Tiene dos rotores gemelos de 16 metros de diámetro, que pueden operar de 18 a 20 horas por día para producir energía renovable y limpia.
Los rotores giran lentamente, con entre 10 y 20 revoluciones por minuto. Comparando con la hélice de un barco, esta última funciona 10 veces más rápido. El riesgo de impacto de la SeaGen tiene un riesgo de impacto muy bajo, ya que las criaturas marinas que nadan en esas corrientes son ágiles, y pueden evitar sin problemas los lentos rotores.
La ubicación de la turbina es a 400 metros de la costa, en Strangford Lough, zona conocida justamente por las rápidas y fuertes corrientes que se dan allí, y por la protección que tiene contra los climas severos.
Martin Wright, director de Marine Current Turbines dijo que “Vamos a construir en base al éxito de la SeaGen para así poder desarrollar una granja marina de turbinas con un total de 10 megavatios en aguas británicas, en los próximos tres años”. Y dijo que creía que para 2015 podían llegar a lograr 500 megavatios de capacidad en energía marina.
Fuente: erenovable
Sólo Agua
Fuente: Antonio Muñoz Molina, en Muy Interesante
Es el líquido más universal y también el más raro. Recubre más de dos tercios del planeta, pero sólo una mínima parte es potable. A veces cae benéfica del cielo y otras veces destruye. Lo cuenta Philip Ball en su Biografía del agua.
Pocas cosas me dan una felicidad tan intensa como el sonido de la lluvia despertándome a medias en mitad de la noche, filtrándose en mi sueño igual que la lluvia misma en la tierra. Es una felicidad asociada a la infancia, y al mundo rural en el que crecí, en el cual la lluvia tenía siempre algo de prodigio bienhechor, tan deseado como impredecible, y en el que no había tesoro más valioso que el agua. El agua, tan común, era también un misterio, tan fértil para la imaginación infantil como para la mentalidad todavía mitológica de un campesino de hace medio siglo. La vida entera dependía de ella y, sin embargo, no podía saberse cuándo aparecería. Bajaba a capricho del cielo, unas veces mansa y benéfica y otras repentina y destructora, pero también brotaba de la tierra, de la roca viva de los manantiales, transparente y helada. Los mayores decían que había nacido allí, en su madriguera del interior de la tierra, como un animal, como esa serpiente ondulada y brillante a la que se parecía cuando avanzaba muy rápido por una acequia. El agua nos salvaba de morir y podía también ahogarnos. Aparecía por las mañanas en forma de rocío sobre las anchas ho jas de las plantas sin que hubiera llovido y rezumaba fresca del barro de los cántaros.
La sequía de este invierno último me hace acordarme de la añoranza permanente del agua que yo advertía en mis mayores cuando era pequeño. Quien abre un grifo y tiene siempre a su disposición un chorro de agua limpia y saludable piensa en ella tan poco como en el aire que le llena regularmente los pulmones, como en el corazón que lleva latiéndole fielmente desde que estaba en el vientre de su madre. Pero esta disponibilidad ilimitada y prácticamente gratuita del agua es un privilegio muy reciente, y también muy restringido, porque una parte inmensa de la humanidad no tiene acceso a él, y porque puede no durarnos siempre, igual que lo venimos disfrutando desde hace poco más de una generación.
El agua es lo más universal, y también lo más raro. Más de las dos terceras partes del planeta están cubiertas de agua, pero de esa cantidad sólo una centésima parte del uno por ciento puede ser bebida. Y sin embargo, cada persona en Los Ángeles consume una media de cuatrocientos litros de agua potable al día, y el ochenta por ciento de la que se gasta en Europa es despilfarrada o se pierde en conducciones defectuosas. Lo cuenta Philip Ball en un libro extraordinario que se ha traducido hace poco al español, H2O, una biografía del agua . Si la literatura sirve para revelarnos lo que hay de excepcional y misterioso en lo más cotidiano, pocos ejercicios de literatura más estimulantes han caído en mis manos en los últimos tiempos. Por culpa de Philip Ball, el vaso de agua que lleno distraídamente en el grifo antes de sentarme a escribir se ha convertido en un objeto más rico de significados que el Santo Grial de las leyendas artúricas: tal vez esa agua estaba en el Nilo hace cinco mil años, tal vez fue bebida por uno de los primeros simios que caminaron erguidos, tal vez estuvo congelada en un cometa en la periferia del Sistema Solar, tal vez ha sido una parte mínima del océano Pacífico, o de los bancos de niebla que pintaba Turner en el estuario del Támesis. Si en vez de beberla la pongo a calentar se transformará en vapor y se perderá en la atmósfera. Si la guardo en el congelador se convertirá rápidamente en un objeto tan duro como una piedra, pero se expandirá en vez de contraerse, y se volverá menos densa al hacerse sólida, a diferencia de cualquier otro líquido, razón por la cual los icebergs flotan en el mar y los cubitos en el corto vaso de whisky que algunas noches me sirvo al terminar de escribir.
Lo que Philip Ball ha escrito es el poema épico y la enciclopedia del agua, embarcándonos en un viaje que nos lleva de ese vaso que bebemos sin reparar en él a los primeros segundos del Big Bang, desde las leyendas primitivas sobre el origen del mundo y el Diluvio Universal hasta las exploraciones más recientes de las lunas de Júpiter, desde el agua ligeramente salada del interior de nuestras células a la circulación de las poderosas corrientes marinas que abarcan el planeta entero. Al final del viaje, como tantas veces en la vida y en la literatura, uno cierra el libro y regresa al principio: a la maravilla de un sorbo de agua fresca, al agua que recibe en sus manos ahuecadas y se lleva a la cara poco después del despertar, igual que cuando se mojaba sus manos de niño con el chorro de agua de una alberca.
Es el líquido más universal y también el más raro. Recubre más de dos tercios del planeta, pero sólo una mínima parte es potable. A veces cae benéfica del cielo y otras veces destruye. Lo cuenta Philip Ball en su Biografía del agua.
Pocas cosas me dan una felicidad tan intensa como el sonido de la lluvia despertándome a medias en mitad de la noche, filtrándose en mi sueño igual que la lluvia misma en la tierra. Es una felicidad asociada a la infancia, y al mundo rural en el que crecí, en el cual la lluvia tenía siempre algo de prodigio bienhechor, tan deseado como impredecible, y en el que no había tesoro más valioso que el agua. El agua, tan común, era también un misterio, tan fértil para la imaginación infantil como para la mentalidad todavía mitológica de un campesino de hace medio siglo. La vida entera dependía de ella y, sin embargo, no podía saberse cuándo aparecería. Bajaba a capricho del cielo, unas veces mansa y benéfica y otras repentina y destructora, pero también brotaba de la tierra, de la roca viva de los manantiales, transparente y helada. Los mayores decían que había nacido allí, en su madriguera del interior de la tierra, como un animal, como esa serpiente ondulada y brillante a la que se parecía cuando avanzaba muy rápido por una acequia. El agua nos salvaba de morir y podía también ahogarnos. Aparecía por las mañanas en forma de rocío sobre las anchas ho jas de las plantas sin que hubiera llovido y rezumaba fresca del barro de los cántaros.La sequía de este invierno último me hace acordarme de la añoranza permanente del agua que yo advertía en mis mayores cuando era pequeño. Quien abre un grifo y tiene siempre a su disposición un chorro de agua limpia y saludable piensa en ella tan poco como en el aire que le llena regularmente los pulmones, como en el corazón que lleva latiéndole fielmente desde que estaba en el vientre de su madre. Pero esta disponibilidad ilimitada y prácticamente gratuita del agua es un privilegio muy reciente, y también muy restringido, porque una parte inmensa de la humanidad no tiene acceso a él, y porque puede no durarnos siempre, igual que lo venimos disfrutando desde hace poco más de una generación.
El agua es lo más universal, y también lo más raro. Más de las dos terceras partes del planeta están cubiertas de agua, pero de esa cantidad sólo una centésima parte del uno por ciento puede ser bebida. Y sin embargo, cada persona en Los Ángeles consume una media de cuatrocientos litros de agua potable al día, y el ochenta por ciento de la que se gasta en Europa es despilfarrada o se pierde en conducciones defectuosas. Lo cuenta Philip Ball en un libro extraordinario que se ha traducido hace poco al español, H2O, una biografía del agua . Si la literatura sirve para revelarnos lo que hay de excepcional y misterioso en lo más cotidiano, pocos ejercicios de literatura más estimulantes han caído en mis manos en los últimos tiempos. Por culpa de Philip Ball, el vaso de agua que lleno distraídamente en el grifo antes de sentarme a escribir se ha convertido en un objeto más rico de significados que el Santo Grial de las leyendas artúricas: tal vez esa agua estaba en el Nilo hace cinco mil años, tal vez fue bebida por uno de los primeros simios que caminaron erguidos, tal vez estuvo congelada en un cometa en la periferia del Sistema Solar, tal vez ha sido una parte mínima del océano Pacífico, o de los bancos de niebla que pintaba Turner en el estuario del Támesis. Si en vez de beberla la pongo a calentar se transformará en vapor y se perderá en la atmósfera. Si la guardo en el congelador se convertirá rápidamente en un objeto tan duro como una piedra, pero se expandirá en vez de contraerse, y se volverá menos densa al hacerse sólida, a diferencia de cualquier otro líquido, razón por la cual los icebergs flotan en el mar y los cubitos en el corto vaso de whisky que algunas noches me sirvo al terminar de escribir.
Lo que Philip Ball ha escrito es el poema épico y la enciclopedia del agua, embarcándonos en un viaje que nos lleva de ese vaso que bebemos sin reparar en él a los primeros segundos del Big Bang, desde las leyendas primitivas sobre el origen del mundo y el Diluvio Universal hasta las exploraciones más recientes de las lunas de Júpiter, desde el agua ligeramente salada del interior de nuestras células a la circulación de las poderosas corrientes marinas que abarcan el planeta entero. Al final del viaje, como tantas veces en la vida y en la literatura, uno cierra el libro y regresa al principio: a la maravilla de un sorbo de agua fresca, al agua que recibe en sus manos ahuecadas y se lleva a la cara poco después del despertar, igual que cuando se mojaba sus manos de niño con el chorro de agua de una alberca.
Personaliza avatares con tu cara y voz
Fuente: Mira y CallaGizmoz te permite hacer divertidos avatares animados a partir de una foto de tu cara, o la de un amigo
“The Great Picture” la fotografía más grande del mundo
Fuente: Oli, en Anfrix 
Tras 35 minutos de exposición a la fuente de luz, la enorme película debió ser lavada con unos 2300 litros de revelador, convirtiéndola no sólo en la fotografía más grande del mundo, sino que también en la más costosa de producir.
El hangar en cuestión se encuentra en el sur de California, más específicamente en la base El Toro perteneciente a los Marine Corps. Para su creación, el hangar debió ser completamente sellado, y un gigantesco lienzo de 313 metros cuadros debió ser bañando con un costoso tratamiento químico que lo volvió foto sensitivo.
Tras 35 minutos de exposición a la fuente de luz, la enorme película debió ser lavada con unos 2300 litros de revelador, convirtiéndola no sólo en la fotografía más grande del mundo, sino que también en la más costosa de producir.
El calor que generan los ordenadores de un centro de datos de IBM templará el agua de una piscina suiza
Fuente: Tu Experto
Los vecinos de la pequeña localidad de Uitikon (Suiza) están de enhorabuena. Su piscina, impracticable en invierno, se va a convertir en un remanso climatizado a un precio muy reducido gracias a un acuerdo con la multinacional IBM. Y es que el aire caliente que generan todas las máquinas de su centro de datos se aprovechará para calentar el agua de la piscina. Un aire que podría servir para calentar 80 hogares. Pero que, en este caso, se usará para darse un baño calentito.
Este tipo de centros de datos suelen generar una gran cantidad de calor. Y normalmente se ventilan con sistemas de aire acondicionado, que liberan el calor al exterior y lo desperdician. Por una vez, el aire caliente generado se aprovechará y se enviará a un intercambiador de calor para calentar el agua.
La ciudad pagó parte del equipamiento del enorme centro de datos para obtener a cambio este servicio. Este tipo de iniciativas simbióticas ofrecen un ejemplo de como empresarios y vecinos combinan esfuerzos para reciclar al máximo y así mejorar la vida en el Planeta.
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