El anuncio realizado hace un tiempo de la construcción de una ciudad que no emita emisiones de CO2 en el desierto de Abu Dhabi ha generado una curiosa paradoja: uno de los mayores exportadores de oro negro busca convertirse en una referencia de las energías limpias a base de petrodólares.
Masdar City, la urbe en donde no se quemará ni gasóleo, ni gasolina, ni gas, se levantará en el plazo de una década y albergará a 50.000 habitantes en un área de seis kilómetros cuadrados.
Situada en los arrabales desérticos de Abu Dabhi, la capital de los Emiratos Arabes Unidos, costará unos 22.000 millones de dólares (unos 14.000 millones de euros), y el estudio de arquitectura de Norman Foster se encargará del diseño.
Sus promotores se han fijado la meta de cero emisiones. De entrada, la ciudad se orientará al noreste, con la intención de reducir la cantidad de luz solar directa que recibirán edificios y ventanas. Paneles fotovoltaicos instalados en los techos generarán la energía para atender las necesidades básicas. Calles estrechas al estilo de la kashba tradicional y aceras sombreadas ayudarán a bajar a la mitad el gasto energético en calefacción, aire acondicionado e iluminación. No parece poco para una región con temperaturas que rozan los 50 grados centígrados.
Más decisiva se perfila la prohibición del tráfico con motores de combustión. Aparte de que el tamaño pequeño de la ciudad facilitará los desplazamientos a pie, se creará un sistema de Tránsito Personal Rápido basado en vehículos eléctricos para seis pasajeros, que circularán bajo el suelo como una red de metro sin rutas fijas y con 1.500 estaciones de destino.
También prevén reutilizar el 80 por ciento del agua obtenida de las plantas desalinizadoras alimentadas por energía solar. Una estrategia consiste en capturar el sobrante del riego de los invernaderos que abastecerán de comestibles frescos a los habitantes. Con ese propósito se colocarán unos captadores a un metro por debajo de las raíces de las plantas.
Una buena parte de los residuos producidos aportará el 17 por ciento de la energía consumida, y el resto –sobre todo los desperdicios orgánicos humanos- se transformará en compost. Asimismo, los constructores utilizarán la mayor cantidad de materias reciclables, comenzando por los plásticos destinados a las vallas que rodearán las obras en construcción.
Los planificadores de este 'oasis ecológico' admiten que durante la fase de edificación resultará inevitable generar emisiones contaminantes, aunque se comprometen compensar este "pecado ambiental" plantando árboles o con futuras aportaciones de energía solar a la red eléctrica de Dubai.
¿Cómo valorar esta iniciativa?¿Cómo una audaz apuesta por la sostenibilidad o como otro despilfarro grandioso del estilo de los jeques megamillonarios, esta vez en plan verde? Sin duda, parece un gran negocio para las constructoras y consultoras implicadas en el proyecto. Cierto es que la cosa ha echado andar y sus impulsores prometen tener echados los cimientos de los primeros edificios a fines del próximo verano.
A mí todo esto me parece tan extravagante como si los argentinos se plantearan diseñar una ciudad vegetariana y financiarla con sus exportaciones de churrascos. Los gobernantes de Abu Dhabi afirman que con la jugada buscan posicionarse en el mercado de las energías renovables. Por lo pronto, han recibido la bendición de Lester Brown: "Para un país petrolero árabe tiene mucho sentido iniciar este tipo de investigaciones", afirma el gurú del desarrollo sostenible: "Además de petróleo, el único recurso realmente abundante del que disponen es luz solar".
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