Federer es exquisito
Al final de un partido para fuertes, Roger Federer, el número dos, venció 6-3, 3-6 y 6-1 a Rafael Nadal y se proclamó maestro de maestros por quinta vez en su carrera. La final midió a los dos mejores tenistas del planeta. El encuentro no desmereció al pedigrí de sus protagonistas. Tuvo la intensidad, el vigor y la puesta en escena prevista. A Nadal apretando con la derecha. A Federer sentando cátedra desde cualquier lado de la pista, pegando fuerte o con sutileza. Un partido a la altura del escenario y un campeón que dignifica la temporada del número uno: Nadal cierra el curso 2010 con tres torneos grandes conquistados mientras convive con uno de los más grandes tenistas que jamás hubo.
Antes del encuentro, el español se entrena rodeado de dudas. ¿Qué tal está? ¿Cómo ha respondido su cuerpo a la paliza de 3h11m que supuso su victoria ante el británico Andy Murray en semifinales? ¿Podrá jugar a su mejor nivel? ¿Habrán servido los masajes recibidos inmediatamente después del partido, que le obligan a retrasar la rueda de prensa, o los que le dan por la noche, ya en la habitación del hotel? A la salida de la práctica, el mallorquín choca amistosamente los cinco con quien ocupa su lugar en la pista. Roger Federer. Para entonces, el español ya ha escrito esto en su Facebook: "Preparándome para la final de esta tarde. Sera MUY difícil. Gracias a todos por el apoyo, los mensajes. Increíble lo que estamos viviendo todos".
Imbuidos de ese espíritu, igual que si estuvieran viviendo una ocasión única, los dos mejores tenistas del planeta atacan la final desde perspectivas muy distintas. Federer quiere volar libre, despegarse, hacer del partido definitivo un esprint. Nadal piensa en resistir ese inicio, en mantener el marcador igualado y en que no se le vaya el partido antes de que las cansadas piernas se le hayan encendido. Del contraste de voluntades nacen cinco juegos sin apenas peloteos. Al sexto se alumbra el encuentro que el público quería. Nadal, un punto lento de piernas, percute con la derecha. Federer, ayudado por el picado bajo de la pista, flota, no toca el suelo. El primer set es para el suizo. El segundo, un tributo al español y su esfuerzo. Todo queda a expensas de la última manga. Grita el público. Se levantan los banquillos. Sudan los tenistas. Gana Federer, un tenista exquisito. Para Nadal, pese a la derrota, es el colofón de un año tremendo. Para Federer, de 29 años, un anuncio: aquí sigo, aquí me quedo. Que sea por mucho tiempo.
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