Dice un viejo refrán: La belleza es un arma con la cual una mujer seduce a un amante y aterroriza a su esposo. Lo que trasciende en este ejemplo de sabiduría popular es algo que muchos niegan o no quieren aceptar: la influencia de nuestro pasado evolutivo. Esa atención que prestamos al aspecto externo es debido al sexo. Su propósito biológico es la reproducción, no la diversión, la comunión de almas afines o la amistad, y el objetivo de la reproducción es la diseminación de los genes y la supervivencia de la especie. Para ello debemos ser capaces de detectar aquellos individuos que, además de estar en edad fértil, no poseen ninguna tara. Esto es lo que guía, en última instancia, nuestros patrones de búsqueda de la belleza. El refrán también nos revela una asimetría de género: el hombre busca más la belleza que la mujer. En 1939 en EE UU preguntaron a hombres y mujeres cómo de importante era el aspecto físico de su compañero sentimental. En una escala de 0 a 3, los hombres puntuaron 1,5 y las mujeres 0,94. En 1989 se repitió la encuesta, y aunque la importancia del aspecto había crecido las diferencias se mantenían: 2,1 en los hombres y 1,67 en las mujeres.
La apariencia parece ser un indicador de la calidad de los genes y por ello desempeña un papel importante en nuestros criterios de selección; hay cosas en las que nos fijamos aunque no lo sepamos. Por ejemplo, la simetría en la cara. Las características asimétricas son signo de problemas genéticos subyacentes. O la figura de reloj de arena. Los hombres prefieren mujeres con el cociente cintura/cadera de 0,7. Las mujeres de edad tienden a tener su cintura menos pronunciada debido a que comienzan a acumular grasa alrededor del estómago, lo que coincide en edad con la pérdida de fertilidad. Por el contrario, entre las ganadoras de Miss América esta proporción se cumplía en todas. Este resultado es independiente del peso y parece indicar al hombre que la fémina es reproductivamente sana.
Entendemos la belleza como producto de la juventud. El atractivo extremo es raro, pero casi siempre lo encontramos en personas por debajo de los 35. Por otro lado, no es un misterio que a quien preocupa más parecer joven es a la mujer. En Estados Unidos el 89% de los pacientes que pasan por las manos de un médico de la American Society of Plastic and Reconstructive Surgeons son mujeres. Las portadas de las revistas también son un excelente marcador de este hecho. Las masculinas tienen mujeres jóvenes en la portada, pero las femeninas también. ¿Por qué a una mujer de 40 años le interesa parecer como si tuviera 20? La razón es obvia para los biólogos evolutivos. Los hombres, que además de valorar más el aspecto de su compañero sexual más que la mujer, también las prefiere jóvenes. De hecho, tanto hombres heterosexuales como homosexuales puntúan como más atractivos a jóvenes que a maduros. Mientras, las mujeres heterosexuales prefieren hombres ligeramente más mayores y las lesbianas son neutrales en este tema.
Curiosamente, una vez que ha entrado en la treintena, el hombre empieza a idealizar a las mujeres jóvenes. En segundas nupcias las esposas suelen ser, en media, 5 años menos que ellos y en terceras nupcias, 8 años. Ahora bien, una razón más por la que las mujeres cuidan más de su belleza que los hombres es las otras mujeres. “Cuando otra mujer es más hermosa, sienten envidia y puede que inconscientemente traten de igualar el tanteo (deber ser tonta, una bruja o una aburrida) [...] Esto es algo curioso. Por una lado las mujeres admiran a las mujeres bellas, copian su estilo y les permiten alcanzar los lugares más altos en la jerarquía femenina, pero por otro las envidia y la envidia envenena el placer”, comenta la psicóloga de Harvard Nancy Etcoff.
En 1966 Walster, Aronson, Abrams y Rottman realizaron con 664 estudiantes de una universidad del medio oeste americano el siguiente experimento: les dijeron que iban a participar en un “baile por computador”, porque la pareja la escogía un programa informático. Pero lo que no se les dijo es que se seleccionaba de forma totalmente aleatoria. Lo único que no se dejaba al azar era la altura: él debía ser más alto que ella. A mitad del baile les pidieron que rellenaran un formulario con preguntas tales como si le gustaba su pareja y lo que creían que pensaba de ellos, lo impacientes que estaban por salir con el/ella otra vez… Evidentemente, si la inteligencia, la personalidad o cualquier otra característica era importante el atractivo físico no contaría mucho en el deseo de volver a quedar.
Pero no fue así: ambos sexos puntuaron alto en el atractivo físico, un poco más los hombres (0,78) que las mujeres (0,69). Pero lo que sorprendió a los investigadores no fue ésto, sino que los otros factores contaban muy poco: aunque los estudiantes decían que valoraban mucho la inteligencia, no apareció correlación alguna. Del mismo modo, tampoco importó demasiado que la pareja fuera introvertida, cuando se supone que es algo negativo a la hora de establecer una cita. Inlcuso tener intereses parecidos no importó demasiado: encontraban a los guapos más afines que a los feos... seguir leyendo
Por eso ella dicen... fea? pa ti cuando me pea.
ResponderEliminarMuy interesante tu artículo.
ResponderEliminarCierto Cyllan, el artículo es de 'la ciencia de tu vida', como reza la fuente. Su Blog tiene cosas muy interesantes.
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