POITIERS (FRANCIA).- Estás ahí sentado esperando que algo cambie. De repente apagan las luces de la plaza y comienza algo increíble: la fachada de la iglesia, con sus recovecos y detalles, adquiere un color fluorescente durante 15 minutos.
Es uno de los planes de verano en Poitiers y cada día te asombra, porque la textura es distinta gracias a los juegos de imágenes proyectados desde un potente cañón ubicado en la ventana del edificio de enfrente.
La iglesia Notre Dame—La Grande es uno de los sitios más visitados de Poitiers. En verano aún más, desde que la Alcaldía organiza esta actividad llamada Promenade á la Tombée des Etoiles, que es algo así como Paseo bajo las estrellas.
Después de los 15 minutos de asombro, un dúo de música del Renacimiento espera en el interior de la iglesia. La idea es que los asistentes al concierto no permanezcamos en un mismo sitio. Hay que seguir el acorde de flautas, cuerdas y voces religiosas adonde vaya. Con el eco de esa música sacra que retumba en la antigua edificación, sientes que el sonido, más tarde, se va contigo a casa.
Es el plan perfecto para quienes acabamos de llegar y estamos entendiendo dónde está la gente. Porque a veces, uno se siente como en el 'Show de Truman', esta película de casas y calles perfectas donde el protagonista vivía rodeado de cámaras y no lo sabía. Me siento así cuando de repente la plaza está llena de gente y a los pocos minutos, como si alguien diera la orden con los dedos, desaparecen sin dejar rastro.
Es así aquí. Casas como de galleta, silencios largos, orden imperativo y planes de iglesia.
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