Fuente: muy interesante
Esta neoyorquina nacida en 1962, doctora por Harvard, es la física teórica más citada en los últimos años, desde que publicó sus sorprendentes ideas sobre el cosmos. Su sentido del humor y una gran vocación divulgadora le han hecho popular fuera de los círculos científicos. Lo que más le interesa son los experimentos que pronto podrían desvelar la existencia de una quinta dimensión.
Es una de las estrellas más brillantes de la nueva generación de científicos, además de una pionera: fue la primera mujer profesora titular de física teórica en el MIT, en Princeton y más tarde en Harvard, la universidad en la que se doctoró y donde trabaja. Tiene la firme intención de liberar a la humanidad de su mundo tridimensional. “La campaña de desinformación comienza ya en la cuna, que nos introduce en las tres dimensiones espaciales”, advierte en su último libro Warped Passages, uno de los 100 mejores del año según The New York Times. Su visión del mundo ha abierto una nueva vía para la física moderna, que permite explicar por qué la gravedad es tan débil, unificarla con las otras tres fuerzas de la naturaleza y arrojar luz sobre los orígenes del universo.
–¿Cuándo comenzó su interés por la física?
En el colegio me gustaban las matemáticas porque todos los problemas tenían respuesta. Lo demás me parecía muy subjetivo. En clase de lengua los profesores preguntaban “¿por qué es importante este libro?”, y buscaban tres buenas razones, pero se podía pensar en otras más. No me gustaba esa arbitrariedad. Más tarde me di cuenta de que, si sólo me dedicaba a las matemáticas, me iba a volver loca. Me habría pasado las noches en vela trabajando en un problema, y pensé “no puedo vivir el resto de mi vida así”. Quería algo más conectado al mundo.
–Hablando de conexión con el mundo, en su trabajo usted imagina dimensiones adicionales, pero tiene que seguir viviendo en el mismo planeta que el resto de nosotros. ¿Lleva en su mente la imagen de otras dimensiones?
Suelo tener esa visión, pero es algo momentáneo. A veces tengo la impresión de que lo que estoy viendo es sólo una pequeña fracción de lo que hay en realidad. En mi libro describo cómo una vez estaba dando un paseo sobre el río Charles y pensé “realmente creo que ahí fuera hay muchas más dimensiones de las que conocemos”. En ocasiones, más a menudo de lo que creo, surge algo y entonces me doy cuenta de que estoy viendo el mundo de una manera diferente a mis amigos.
–¿Así que usted intuye que existen dimensiones superiores?
No veo por qué no deberían existir. En la historia de la física, cada vez que hemos mirado más allá de las escalas que nos son familiares, hemos encontrado cosas inesperadas. Te asomas dentro de un átomo y descubres los quarks. ¿Quién lo hubiera imaginado? Es arrogante pensar que nuestra forma de mirar las cosas describe todo lo que hay.
–¿Y con más de tres dimensiones, cuál es su manera de describir el universo?
Lo que yo estoy estudiando son las branas, objetos similares a membranas en un espacio multidimensional. En mi hipótesis, las partículas y las fuerzas de la naturaleza están pegadas a una brana tridimensional, como cualquier cosa puede pegarse a la superficie de una cortina de ducha en nuestro espacio 3D. Todo lo que conocemos estaría dentro de nuestra brana, excepto la gravedad.
–¿Qué tiene de especial la gravedad?
En la teoría de cuerdas hay dos tipos de cuerdas cósmicas: abiertas con extremos y cerradas en bucles. Las abiertas y sus partículas asociadas, por ejemplo los electrones, están ancladas a la superficie de una brana. Pero la gravedad se asocia a una cuerda cerrada, y no hay ningún mecanismo para confinarla. Puede propagarse por cualquier parte, filtrarse en otras dimensiones y viajar a otras branas, por eso es diferente. Esta libertad puede explicar por qué la gravedad es tan débil comparada con las otras fuerzas; al fin y al cabo, un imán puede levantar un clip contra la atracción de toda la Tierra.
–Pero sólo vemos tres dimensiones a nuestro alrededor. ¿Dónde podrían estar escondidas las demás?
La vieja respuesta de la física decía que las dimensiones extra son minúsculas, y por eso no las percibimos. Así se pensaba hasta la década de 1990, cuando Raman Sundrum y yo nos dimos cuenta de que se podía tener una dimensión extra infinitamente grande si el espacio-tiempo está curvado. Después, con Andreas Karch, encontré algo aún más espectacular: puede que estemos viviendo en un compartimento de tres dimensiones, dentro de un universo multidimensional. En otro lugar podrían existir cuatro o incluso más dimensiones...
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