lunes, 28 de octubre de 2013

Se buscan mujeres rubias y vírgenes

Se buscan mujeres rubias y vírgenes en Israel

SUSANA MENDOZA / CORRESPONSAL EN JERUSALÉN

Los samaritanos de Cisjordania han puesto en marcha una caravana de mujeres para evitar su desaparición

Se buscan mujeres rubias y vírgenes en Israel

El sacerdote samaritano Yosuf con una joven ucraniana que ha emigrado a Cisjordania

 

La comunidad samaritana de Israel y Cisjordania es una de las más pequeñas del mundo, con apenas 750 miembros repartidos en varias comunidades. La más grande está situada al lado del monte Grizim, su lugar sagrado junto a la ciudad de Nablús en Cisjordania, en el pueblo de Luza, habitado únicamente por familias samaritanas.

Aunque los samaritanos tienen las mismas raíces históricas y étnicas que los judíos, sus costumbres difieren en cuanto a la interpretación de la Torá. Según la historia judía cuando los asirios conquistaron el reino del norte de Israel, muchos de sus habitantes fueron obligados a exiliarse mientras que los que se quedaron asumieron algunas de las costumbres de los ocupantes. Cuando los exiliados regresaron, rechazaron a los samaritanos, considerándoles paganos.

Fuerte endogamia

El principal problema de esta comunidad ahora es el mermado número de sus adeptos, ya que hasta hace poco no era posible la conversión. Hasta hace pocas décadas con la introducción de los análisis genéticos y fetales, los matrimonios endogámicos daban lugar a un alto número de problemas genéticos como retraso mental, sordera, ceguera, entre otros, que hasta la década de los 60 sufrían un 45 por ciento de la población samaritana.

Para paliar el problema, al que además se suma un bajo porcentaje de nacimientos femeninos, los cohanim (sacerdotes en hebreo), llegaron a la conclusión de que hacía falta «importar» mujeres de otros países. El lugar elegido por los sacerdotes fue Ucrania.

Mujeres guapas de Ucrania

«Allí las mujeres son muy guapas y además son pobres, así que están dispuestas a acogerse a las estrictas reglas de nuestra religión», comentó Yousef Cohen, uno de los sacerdotes samaritanos, a ABC en su casa de Luza.

«Ahora mismo tenemos cinco mujeres de Ucrania y dos de Turquía y estamos buscando más para traer al pueblo. No forzamos a nadie, vienen voluntariamente por que ofrecemos una buena vida, casa, dinero y trabajo, estamos luchando por nuestra supervivencia», dijo Cohen.

El mismo Yousef casó a uno de sus hijos con una joven ucraniana, Natasha, con la que contactó por Facebook hace dos años. El sacerdote, que fue uno de los impulsores de estos matrimonios, afirmó que prefieren mujeres blancas y a ser posible rubias, aunque eso sí, que sean vírgenes.

«Sabemos que nuestras reglas pueden resultar duras para las mujeres que no han nacido en la comunidad, pero les ponemos sobre aviso antes de que vengan. Algunas no lo aguantan y se marchan, ya se han ido dos ucranianas de vuelta a su país», explicó el sacerdote.

Ser samaritana no es fácil

Ser samaritana, como el propio Cohen asegura, no es fácil. Igual que en el Judaísmo ortodoxo, las mujeres que estén menstruando no pueden tocar ni ser tocadas por otro hombre durante siete días, al considerárselas impuras y deben dormir en camas separadas. Los samaritanos lo llevan hasta el extremo siguiendo la Biblia al pie de la letra y no permiten siquiera que se sienten en las sillas normales, sino que deben usar otras diferentes durante esa semana.

El nacimiento de un hijo va además acompañado de una cuarentena en el estricto sentido de la palabra. Las mujeres no pueden salir apenas de la habitación y nadie puede entrar con ellas hasta que concluyan los cuarenta días.

Sangre nueva

Con esta infusión de sangre nueva, de la que ya han nacido varios hijos, los samaritanos esperar poder sortear su extinción. Han aguantado las persecuciones a lo largo de los siglos, conversiones forzadas, la asimilación y el desdén de los judíos durante buena parte de su historia y aunque su situación actual es compleja, al ser reconocidos como ciudadanos israelíes en los territorios palestinos, consideran que al menos su seguridad está garantizada por ahora.

«Siempre hemos tenido complicaciones por que para los judíos somos árabes y para los árabes somos judíos», se lamentó el sacerdote, «hemos tenido épocas más duras y más tranquilas, pero no hemos desaparecido y no vamos a permitir nuestra extinción por falta de mujeres».

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