Japón lucha a la desesperada por evitar una "explosión descontrolada" en una central nuclear, después de la que el sábado destruyó el edificio que contenía el armazón metálico que guarda el reactor nuclear número uno de una de las dos centrales nucleares de Fukushima. El Ministerio de Exteriores de Japón convocó anoche de urgencia a todos los embajadores acreditados en Tokio para explicarles hoy la situación por la que atraviesa el país tras el terremoto del pasado viernes y, en especial, las medidas que se están adoptando para impedir la explosión de alguno de los cinco reactores nucleares cuyo sistema de refrigeración se estropeó por el seísmo.
De momento, no hay ninguna grieta en los sarcófagos, ni siquiera en el del reactor número uno
"El Gobierno ha hecho hincapié en que su prioridad es la seguridad", declara el embajador de España, Miguel Ángel Navarro, uno de los asistentes a la reunión. Para Tokio, aunque la situación es "muy grave", según ha reconocido el mismo primer ministro Naoto Kan, hasta ahora la radiactividad desprendida está bajo control. Kan ha subrayado que el terremoto y el tsunami del pasado viernes han sumergido a Japón en su peor crisis desde el final de la II Guerra Mundial.
El Gobierno japonés parece tener asumido que se está produciendo una fusión del núcleo de los reactores, pero su gran preocupación no es esa, sino evitar "una explosión descontrolada" del sarcófago metálico que contiene el reactor, como pasó en 1986, en Chernóbil (Ucrania). De ahí, la decisión de refrigerar los reactores inyectándoles agua de mar, lo que facilita el enfriamiento, aunque "muy posiblemente" los deje inservibles.
De momento, no hay ninguna grieta en los sarcófagos, ni siquiera en el del reactor número uno, pese a la explosión del sábado. La causa de esta fue la acumulación hidrógeno en el techo del edificio que guarda el reactor encerrado en su sarcófago y el contacto del hidrógeno con el oxígeno. Esa acumulación procedía de que al inyectarse agua marina se genera vapor y es necesario abrir las válvulas de hidrógeno.
Ese vapor es radiactivo y supone una liberación controlada de radiactividad, lo que no presenta grandes riesgos para la salud. Pero para reducir esas dosis de radiación que ya se detectan en el entorno de las dos plantas nucleares de Fukushima, se está añadiendo boro al agua marina, porque el boro fija los neutrones radiactivos.
Hoy el reactor más complicado es el número dos, cuya temperatura es muy elevada y en su interior se está produciendo la fusión del núcleo. Los expertos están utilizando la misma técnica de enfriamiento por agua marina pero tratan de abrir una vía de escape mayor al vapor, para evitar otra explosión del edificio que lo contiene.
"Los técnicos están envueltos en un proceso de contención de un accidente nuclear", ha indicado Navarro, que dice sentirse satisfecho con las serias explicaciones dadas por el Ministerio de Exteriores, que permitió a los embajadores y consejeros científicos de las embajadas todo tipo de preguntas. "Ha sido una exposición razonable", afirma.
Falta de información oficial
Posteriormente, el mismo director general de asuntos energéticos mantuvo una conferencia de prensa. Los grandes medios de comunicación japoneses han criticado hoy al Gobierno por la escasa información facilitada y el retraso con que ha dado a conocer a la población, muy afectada por el horror del terremoto y el riesgo nuclear, las medidas que se estaban adoptando para evitar una catástrofe de consecuencias inimaginables.
La obsesión actual del Gobierno es "neutralizar los reactores con una refrigeración de agua marina", lo que tal vez sea suficiente para impedir una explosión en estos días críticos en que la temperatura interior sigue aumentando pese a que los reactores se desconectaron automáticamente nada más suceder el terremoto.
El portavoz ministerial explicó que aunque la temperatura actual de los reactores no ha alcanzado el nivel crítico es muy elevada y supera los 800 grados centígrados. Pasados estos días, la temperatura bajará de forma natural. Hasta ahora, ningún responsable de las dos plantas atómicas, propiedad de la Compañía de Electricidad de Tokio, ha explicado cómo ha sido posible que los sistemas de refrigeración de los cinco reactores hayan fallado.
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