En 1996 un bebé de tres semanas ingresaba en urgencias de un hospital de Arizona con casi 40º C de fiebre, vómitos y diarrea sangrante. Llevaba dos semanas así y, al final, los padres decidieron llevarlo al médico. Del examen de las deposiciones y la sangre del bebé los médicos encontraron un tipo muy raro de bacteria, la salmonella IV44:z4,z23-. ¿Cómo había llegado al bebé este microbio tan extraño? La respuesta estaba en la iguana que la familia tenía como mascota. Después de diez días y tratamiento con amoxicilina el bebé pudo regresar a su casa. Para impedir que se volviera a infectar los médicos recomendaron a los padres que evitaran todo contacto del niño con la iguana. Así que se la dejaron a un familiar. Mas al parecer la imprudencia de estos padres no tenía límites, porque pasado un mes dejaron a su hijo dos días con ese familiar. A las 48 horas, el bebé recayó y los médicos de urgencias volvieron a encontrar la misma bacteria en su cuerpo.
Peor suerte corrió un niño de 5 meses de Massachussets, cuando en diciembre de 1998 murió súbitamente en su casa. Aunque la autopsia no encontró ninguna pista de la causa de la muerte, un análisis de la sangre del corazón reveló la presencia de Salmonella marina que le causó una septicemia. La misma bacteria se encontró en la iguana que tenía la familia en casa. El niño nunca estuvo en contacto directo con ella, pero sus padres desconocían que el simple hecho de compartir casa era suficiente para contagiarse: bastaba con que el niño entrara en contacto con las heces del animal. Peor aún, desconocían las recomendaciones sanitarias de mantener los reptiles lejos de los niños hasta los 5 años, debido a que su sistema inmunológico se encuentra disminuido.
Tener reptiles en casa nos expone a la salmonelosis, sobre todo si tenemos tortugas, pues la bacteria se encuentra de manera natural en su intestino y de vez en cuando aparecen en sus excrementos. En Estados Unidos, durante los últimos 20 años, ha aumentado paulatinamente la salmonelosis en humanos a pesar de que en 1975 se prohibiera la venta de tortugas de menos de 10 centímetros y así se consiguiera rebajar en un 77% la presencia de salmonella en muestras humanas. Por su parte, en la boca de una de las mascotas de moda, la iguana, se han aislado 18 gérmenes diferentes, todos ellos patógenos. “Una estomatitis, una simple infección en la boca de la iguana, puede conseguir que uno de esos microbios se dispare y pase a nosotros”, comenta Alberto Cortés, veterinario aragonés especializado en animales exóticos de compañía.
En Estados Unidos se dan 93.000 casos de salmonelosis al año debido al contacto con reptiles y anfibios, pero no son la única fuente para esta enfermedad. En abril de 1999, 40 personas del estado de Missouri presentaron todos los síntomas de infección por Salmonella thyphimurium. Más tarde se descubrió que el 95% de los enfermos habían estado en contacto con crías de pollo, pato y pavo. Únicamente aquellos que se habían lavado las manos después de tocarlos presentaban una infección menos severa. En 1984 unos seguidores del gurú Osho –un supuesto místico cuyos textos pueden encontrarse en la sección de espiritualidad de las librerías y que fue acusado de proxeneta y tráfico de drogas- contaminaron con esta bacteria los restaurantes-buffet de ensaladas de The Dalles, Oregón, para incapacitar a los votantes de esa ciudad y conseguir que su candidato ganase las elecciones locales.
No se puede negar que las mascotas exóticas están de moda. Desde arañas a insectos palo, pasando por iguanas, papagayos, serpientes y monos, muchas personas las encuentran atractivas o, simplemente, les sirven para farolear ante sus amigos. ¿Quiere comprar una boa constrictor? En Internet se vende por 230 euros. “La mayoría de la gente no es consciente del peligro que encierra tener ciertas mascotas en casa”, apostilla Cortés. “Recuerdo que en televisión salió un hombre que se bañaba con su boa. Puede ser un reptil encantador y puedes tener una relación magnífica con él. El pequeño cerebro del animal reconoce que eres una ‘cosa’ agradable que le alimenta, le da calor… Pero meterte en la bañera o en la cama con ella implica hacerlo con sus gérmenes, que pueden ser patológicos para ti… es de necios”.
Todos los animales, incluso nuestros domésticos gatos y perros, transmiten enfermedades al ser humano; son las zoonosis. El mayor problema es que muchas especies exóticas entran en el país de manera ilegal. Así, en Estados Unidos en 3 años llegan del orden de 650 millones de animales sin papeles. El negocio es importante: 10.000 millones de dólares anuales, una cifra solo superada por el tráfico de droga. España concentra entre el 15 y el 30% del tráfico ilegal mundial en un negocio que mueve del orden de 900 millones de euros. Llegan principalmente por Valencia, Alicante y Murcia, y el SEPRONA decomisa anualmente unas 2.000 especies protegidas.
De todas las mascotas ilegales las más deseadas son los monos, especialmente macacos y titis traídos de Asia. Y con ellos puede llegar la tuberculosis, e incluso el ébola o el sida. Adquirir una mascota así es colocar una bomba de relojería en casa. Alberto Cortés recuerda el caso de una clienta que se presentó en su consulta con un macaco hembra. Puesto en conocimiento del SEPRONA la existencia de este mono, pero sin revelar la identidad de la dueña protegida por el secreto profesional, se le propuso la siguiente solución. Además de la prueba de la tuberculosis, debería realizarle un control coprológico en busca de lombrices, desparasitarlo, ponerle las vacunas necesarias, comprobar si era portadora de meningitis… De este modo, y a falta de un lugar de acogida para este tipo de animales en Aragón, hasta el momento, se lo podría quedar en depósito con la obligación de cumplir todos los requisitos sanitarios que se le impusieran. El miedo a que su nombre estuviera ligado oficialmente a una mascota ilegal pudo más que ella y desapareció llevándose el mono. A su parecer era menos arriesgado exponerse a sí misma y a sus familiares a las posibles enfermedades que llevara la macaco.
Quizá haya oído hablar de la toxoplasmosis, sobre todo si se tiene un gato. Es causada por Toxoplasma gondii, un protozoo que infecta a la mayoría de las especies animales de sangre caliente. Posee un ciclo de vida bastante complejo que pasa por tres fases: taquiozoíto, que causa una infección aguda en las células y que se encuentra principalmente en cerebro y músculos; bradizoíto, que en infecciones latentes vive enquistada en los tejidos, y el ooquiste, una forma cómodamente instalada en una especie de cubierta o cáscara, con lo que puede sobrevivir en el exterior hasta un año a no ser que se le caliente o se le enfríe en exceso. Los gatos son un vehículo perfecto para ellos: excretan inofensivos ooquistes que, en las condiciones adecuadas, esporulan y propagan la infección. No necesita tener un gato para infectarse; basta con entrar en contacto con unas heces infectadas. Claro que existen otras rutas por las cuales este protozoo puede llegar hasta usted: pájaros, cerdos, ovejas, carneros y caballos son también portadores. Si come carne de estos animales que no ha sido adecuadamente cocinada, o algo que haya estado en contacto con ellos, como las verduras, leche o agua, podría infectarse. Congelar la carne o cocinarla por encima de los 80º C basta para eliminar todo riesgo.
En las mujeres esta enfermedad provoca abortos. “Una ruta de entrada es esa manía de probar las croquetas o las albóndigas antes de cocinarlas para ver como están”, afirma Cortés. El parásito pasa al feto, que quedará infectado. Si el ataque es severo y no muere, nacerá con retraso mental y daños en el cerebro y los ojos. Un gato se infecta solo si consume carne o vísceras crudas, sobre todo roedores y aves que los bradizoítos usan como intermediario y donde mantienen una infección crónica. “Un animal alimentado siempre con comida casera sometida a tratamiento térmico o pienso nunca lo transmitirá”, añade Cortés. “La enfermedad llega al gato porque ha comido carne cruda o porque las heces se han mantenido un mínimo de 48 horas en el cajetín donde se van a limpiar; es resultado de una escasa higiene por parte del dueño”. Para estar protegidas “las mujeres embarazadas ** deben usar guantes si están en el jardín, encerrar el gato en casa, alimentarlo con pienso o comida enlatada y que se ocupe de él alguien de la familia”, comenta Nicholas Bakalar en su libro Where the germs are. “Así no tendrá que pensar en eutanasiar al gato porque desee tener un bebé”, mucho más peligroso es ingerir carne o visceras de mamíferos y aves, crudas o semicrudas.
Cualquiera de nosotros puede tener este parásito -en Estados Unidos se cree que el 23% de la población está infectada y en España y dependiendo de las poblaciones estudiadas, puede alcanzar más del 40%-... seguir leyendo
No hay comentarios:
Publicar un comentario