Los británicos son unos señores con unas costumbres muy peculiares. Usan bombín, beben té con pastas a las cinco de la tarde y adoran los cacharros a vapor. No en vano, inventaron el tren de vapor. Lo último que se han propuesto en pleno siglo XXI es batir el récord de velocidad alcanzado por un coche a vapor. Detrás del proyecto se encuentra Charles Burnett III, un multimillonario que pretende superar los 205 kilómetros por hora que alcanzó en 1906 el norteamericano Fred Marriott a bordo del “Stanley Steamer”.
Estar en el siglo XXI no les impide usar una tecnología que data de la Revolución Industrial y de la que parecen sentirse especialmente orgullosos, quizás porque su principal impulsor fue el escocés James Watt. A principios de abril el vehículo, que aún no tiene nombre oficial pero que a nivel popular ha sido bautizado como “Kettle” (Tetera), efectuó una serie de pruebas en una pista de aterrizaje militar cerca de Chichester, al sur de Inglaterra.
Kettle ha tomado prestado parte del diseño original del Stanley Steamer, cuyo fabricante, Stanley Motor Carriage Company, cesó su actividad en 1924. Para la estructura se ha empleado fibra de carbono y el chasis de acero ha sido envuelto por rollos de aluminio. A pesar de que se ha intentado que resulte ligero, Kettle pesa la friolera de tres toneladas.
Para funcionar, gastará algo más de 50 litros de agua desmineralizada por minuto. El vapor resultante después de hervirla se inyectará en una turbina con una aceleración equivalente a dos veces la velocidad del sonido. Se espera que supere los 273 kilómetros por hora.
Será a principios de junio cuando el tercero de los Charles Burnett trate de batir el récord de principios del siglo XX. Lo hará en el desierto de Mojave, al sur de California. Hay que señalar que, a pesar de que no use petróleo, la enorme cantidad de agua que requiere el Kettle hace de él un vehículo poco ecológico. En ese sentido, coches como el Ecotricity Greenbird de Richard Jenkins son sin duda mejores.
No hay comentarios:
Publicar un comentario