viernes, 9 de mayo de 2008

De cómo el Sahara dejó de ser un vergel

Fuente: soitu.es

Había una vez un Sahara verde tapizado por vegetación tropical, pero este vergel se transformó en el desierto que conocemos. Un minucioso
estudio paleoclimático ha reconstruido la evolución de ese fascinante ecosistema que, contra lo que se pensaba, no se desertificó repentinamente, sino a través de muchos siglos. La historia de ese proceso comenzó hace unos 6.000 años, a finales del llamado Período Húmedo Africano. En aquel entonces las vastas extensiones del norte del continente se encontraban cubiertas de pastizales y bosques de acacias, de acuerdo al registro elaborado por un equipo científico franco-belga-alemán. De esos tiempos datan las pinturas rupestres de Tassili –sudeste de Argelia– pobladas de elefantes y cebúes.

¿Qué factor adverso trastornó ese paisaje idílico? Al parecer, un cambio en el monzón africano de verano, que desde el año 12.800 antes de Cristo venía garantizando a la región precipitaciones abundantes y estables. La modificación del régimen de vientos y lluvias fue causada a su vez por el denominado 'forzamiento orbital' (oscilaciones periódicas de la órbita terrestre que determinan que la cantidad media de radiación que recibe cada hemisferio fluctúe a lo largo del tiempo).A medida que la humedad disminuía, el Sahara se fue transformando en una gigantesca sabana similar a las existentes en el África central y oriental. Los grandes ríos se convirtieron en ‘wadis’: cursos fluviales temporales que una vez al año inundaban los valles por los que discurrían, alimentando una vegetación ribereña.

Hacia 2.800 antes de Cristo, los árboles tropicales ceden sitio a una vegetación propia de entornos semidesérticos, los arbustos y árboles que hoy abundan en el Sahel. Las superficies cubiertas con pastizales se encogen y se vuelven discontinuas. Vientos más potentes comienzan a arrastrar arena fina, formando las primeras dunas, un proceso favorecido por la erosión del suelo que tiene lugar tras la pérdida de la cubierta vegetal.

A partir del año 2.300 antes de nuestra era, lagos y lagunas son sepultados por los vientos cargados de arena o se vuelven escasos, las dunas avanzan y las plantas resistentes a la sequía toman el testigo a los vegetales sensibles al estrés hídrico. En torno al siglo VIII a. de Cristo, el territorio toma el aspecto desolado que presenta en nuestros días.

Para esta reconstrucción cronológica los expertos se han valido de sedimentos lacustres y esporas de polen, indican en el artículo publicado en ‘Science’. Especialmente reveladora ha resultado la historia del lago Yoa (norte de Chad) desde su estado inicial de gran reservorio de agua dulce a su condición actual de oasis de aguas salobres. Dicho lago –el mayor del Sahara- es uno de los pocos sitios de la región que ofrece un testimonio ininterrumpido de la evolución climática de los últimos 11.500 años.

Los autores del estudio oponen a la teoría dominante del brusco colapso del ecosistema sahariano, la hipótesis de una desertificación gradual y suave. Así se deduce del registro de las precipitaciones, que de los 250 milímetros anuales observados al comienzo de la serie, descienden a 150 mm hacia 2.300 a. C. y se estabilizan en menos de 50mm en el siglo VIII antes de nuestra era. Otro dato a su favor lo proporciona la flora, que en vez de desaparecer repentinamente se fue adaptando a la creciente aridez.

Seguramente, no está dicha la última palabra en cuanto a la formación del mayor desierto del planeta; pero sin duda esta investigación representa una notable contribución a la comprensión de los cambios climáticos del pasado, tan complejos como el que está teniendo lugar ahora.

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