John Archibald Wheeler, el físico que ayudó a comprender cómo funciona la fusión nuclear y el que más profundizó en la teoría de la relatividad de Einstein, dándole el impulso que le faltaba para que fuera aceptada por la ciencia oficial del momento, murió el domingo por la mañana en su casa de Hightstown, en New Jersey, a los 96 años de edad, víctima de una neumonía.
Sin embargo, y a pesar de haber sido una de las figuras más respetadas de la Física del siglo XX, de haber formado parte del «Proyecto Manhattan» que desarrolló la bomba atómica, de haber discutido ampliamente con Einstein sobre la naturaleza misma de la realidad y de haberse convertido en lo que sus colegas llamaban «el último super héroe de la Física», John Wheeler debe su fama universal a una conferencia pronunciada en Nueva York en 1967, durante la que acuñó para la posteridad el término «agujero negro» para referirse a la rotura del tejido espaciotemporal tras el colapso gravitatorio de una estrella supermasiva.
Wheeler era un joven e impresionable científico cuando su mentor, el danés Niels Bohr, llegó en 1939 a los Estados Unidos con la inquietante noticia de que los científicos alemanes habían tenido éxito al fisionar átomos de uranio. En pocas semanas ambos, Wheeler y Bohr, esbozaron la teoría que explica cómo podía funcionar la fisión nuclear. Dos años después, Wheeler fue enrolado en el Proyecto Manhattan para desarrollar la bomba atómica, que sin embargo no pudo tener lista, como era su intención, a tiempo para cambiar el curso de la guerra en Europa y, posiblemente, salvar a su hermano Joe, que murió en combate en Italia en 1944.
Entre sus anécdotas de científico, destaca la reprimenda que recibió del presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower por haber perdido documentos clasificados en un tren. Aunque después, otro presidente, Lundon B. Johnson, le entregó personalmente el premio de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos, en 1968.
Gran impulsor de la física einsteniana, hubo un aspecto de la misma que tardó mucho en «digerir»: sus predicciones apocalípticas en el caso de que una estrella lo suficientemente masiva se colapse sobre sí misma, provoque una fisura en el espaciotiempo y genere un punto de densidad infinita, una singularidad de la que ni siquiera la luz puede escapar. Wheeler, que al principio se resistió a esta idea, no tuvo más remedio después que aceptarla, y no solo eso, sino que formuló algunas de las ecuaciones más importantes de lo que él mismo dio en llamar «agujeros negros».
Fuente: JM Nieves, en Neith, La Luna que nunca existió
Sin embargo, y a pesar de haber sido una de las figuras más respetadas de la Física del siglo XX, de haber formado parte del «Proyecto Manhattan» que desarrolló la bomba atómica, de haber discutido ampliamente con Einstein sobre la naturaleza misma de la realidad y de haberse convertido en lo que sus colegas llamaban «el último super héroe de la Física», John Wheeler debe su fama universal a una conferencia pronunciada en Nueva York en 1967, durante la que acuñó para la posteridad el término «agujero negro» para referirse a la rotura del tejido espaciotemporal tras el colapso gravitatorio de una estrella supermasiva.
Wheeler era un joven e impresionable científico cuando su mentor, el danés Niels Bohr, llegó en 1939 a los Estados Unidos con la inquietante noticia de que los científicos alemanes habían tenido éxito al fisionar átomos de uranio. En pocas semanas ambos, Wheeler y Bohr, esbozaron la teoría que explica cómo podía funcionar la fisión nuclear. Dos años después, Wheeler fue enrolado en el Proyecto Manhattan para desarrollar la bomba atómica, que sin embargo no pudo tener lista, como era su intención, a tiempo para cambiar el curso de la guerra en Europa y, posiblemente, salvar a su hermano Joe, que murió en combate en Italia en 1944.
Entre sus anécdotas de científico, destaca la reprimenda que recibió del presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower por haber perdido documentos clasificados en un tren. Aunque después, otro presidente, Lundon B. Johnson, le entregó personalmente el premio de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos, en 1968.
Gran impulsor de la física einsteniana, hubo un aspecto de la misma que tardó mucho en «digerir»: sus predicciones apocalípticas en el caso de que una estrella lo suficientemente masiva se colapse sobre sí misma, provoque una fisura en el espaciotiempo y genere un punto de densidad infinita, una singularidad de la que ni siquiera la luz puede escapar. Wheeler, que al principio se resistió a esta idea, no tuvo más remedio después que aceptarla, y no solo eso, sino que formuló algunas de las ecuaciones más importantes de lo que él mismo dio en llamar «agujeros negros».
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