Los países de Europa tienen muy distintas posturas respecto a la energía nuclear. Mientras algunos estados, como Francia o Lituania, se muestran entusiastas del átomo; en otros, como Austria o Irlanda, la construcción de estas plantas resulta incluso ilegal.
Este es uno de los hechos que, en mi opinión, han contribuido a crear una situación un tanto esquizofrénica de la regulación eléctrica en Europa.
Por una parte, tenemos un mercado único de la electricidad que debiera, idealmente, llevar a generarla de la manera más eficiente posible como consecuencia de la competencia entre empresas de los diversos países miembros, mediante un comercio transfronterizo barato y voluminoso. Pero, por otra parte, se reconoce generalmente que temas como la elección del tipo de plantas de generación eléctrica a instalar en cada país quedan dentro del ámbito de la soberanía nacional.Esto puede llevar, por ejemplo, a que una empresa eléctrica de Italia (país con legislación antinuclear) considere la inversión en generación nuclear en la vecina Francia o en Eslovaquia (con el no disimulado enfado de Austria, que comparte frontera y río para el agua de refrigeración), o que se hable seriamente de qué proporción de las centrales nucleares de Alemania, en el caso de que finalmente se proceda a su cierre, se trasladará a países vecinos.
En último término, mercado único europeo y plena soberanía nacional en la elección de las tecnologías eléctricas admisibles son posiblemente proposiciones si no incompatibles, al menos poco armónicas. Lo que parece indicar que quizá hubiera que ir ponderando la creación de un 'Consejo de Seguridad Nuclear Europeo', con competencias suficientes para determinar qué diseños de centrales nucleares son admisibles en la Unión Europea y cuáles no, de forma similar a como lo hacen las presentes instituciones nacionales. El actual tratado del Euroatom puede constituir un punto de partida.
Esta no tiene porqué ser una propuesta popular. Se podrá ver tanto como un 'caballo de Troya' que permita a la industria nuclear debilitar la oposición de los estados europeos menos entusiastas como, a la inversa, una nueva arma en el arsenal de 'eco-burócratas' que amenace la continuidad de esta misma industria en Europa. Pero creo que estas lecturas son erróneas. El mercado único europeo tiene implicaciones que van mucho más allá de las meramente comerciales. Si una central nuclear supone riesgos inaceptables, no debe ser construida en ninguna parte de nuestro pequeño continente. Si no los presenta, su prohibición en unos sitios sí y en otros no lleva a resultados económicos y ambientales ineficientes. Éste es una cuestión de discusión europea.
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